El control de peso, constituye un esfuerzo que requiere mucho empeño durante un período de tiempo. Exige dedicación y persistencia. Pero aunque vigilar el peso requiere esfuerzo, puede tener éxito. Existen razones para la falta de éxito que es importante comprender y tener en cuenta.

El problema no es la falta de esfuerzo: el lema de que “el esfuerzo es igual a resultado” quizá se exprese mejor como “el esfuerzo apropiado equivale al resultado deseado”. El problema de que esfuerzos reiterados en el control de peso (siguiendo numerosas dietas y/o tratamientos médicos a lo largo de años) no hayan dado los resultados deseados no hay que buscarlo en la magnitud de los esfuerzos sino en el enfoque que se les da:
En primer lugar, quizá se ha enfocado erróneamente el peso como un problema y no como un producto, como una causa y no como un producto secundario; sin embargo, el peso no es el problema: no se puede manipular kilogramos directamente, sólo es capaz de manipular sus patrones de conducta: aquí es donde radica el verdadero problema. La diferencia esencial entre personas con sobrepeso y personas que no lo tienen consiste en sus hábitos alimentarios y de actividad física.  En la medida en que los kilos distraen a la persona en la tarea de evaluar e identificar sus hábitos problemáticos, lo apartan permanente de peso y de su efectivo control de peso.
En segundo lugar, si se comete el error de enfocar el peso como el origen del problema, es probable que también se cometa el error de considerar la pérdida de peso como  la solución. Ahora bien ¿qué hay de malo en eso? Después de todo, si se tiene unos kilos de más, un control de peso acertado incluye ciertamente la pérdida de una parte del mismo. Pero la diferencia fundamental entre las personas que consiguen controlar su peso y los que no radica en sus habilidades de autocontrol.
Las personas que alcanzan el éxito en su control de peso tienen éxito en el autocontrol: se concentran en mejorar su hábitos alimentarios y de ejercicio físico, y no en perder peso: se preocupan más acerca de sus hábitos alimentarios que de los números en la báscula. Confían justificadamente en que el cambio en sus costumbres conducirá a la pérdida y al control permanente de peso.
Cuando se ha fracasado en los esfuerzos por bajar de peso, la historia del empeño de cada persona por reducirlo revela, con mucha probabilidad, un énfasis exagerado en perder y una falta del mismo en cambiar sus hábitos.
El éxito se basa menos en contar y restringir calorías que en cambiar los hábitos involucrados en el consumo de las mismas.
La sustitución de “no coma eso” por el positivo “haga esto para comer menos”. El primer ejemplo se caracteriza por el sacrificio y el foco de atención estará en los “no”.
Tened en cuenta que el cambio de hábitos requiere tiempo; una pérdida rápida de peso es señal de que no se están cambiando hábitos duraderos.
La modificación de hábitos de toda una vida requiere, no obstante, algo más que buenas intenciones. Se necesita un esfuerzo concentrado y el desarrollo de habilidades efectivas.
Isabel Rubió
Psicología Intraobes