Lo que dicta la intuición y el sentido común ha sido corroborado por diversas investigaciones: si utilizamos platos más pequeños y servimos raciones menores (aunque demos opción a repetir) comeremos menos.

En función de nuestras condiciones (sexo, edad, estado de salud, embarazo, lactancia…) nuestro médico o nutricionista nos podrá indicar una dieta equilibrada y saludable, en la que vendrán definidas las cantidades. Todo lo que sea superar esas cantidades nos puede llevar al sobrepeso o a la obesidad.

Los que tengan tendencia a superar dichas cantidades deberían conocer, y tener muy en cuenta, la influencia que ciertos factores tienen en estos excesos. Y, en concreto, que es importantísimo el tamaño de los platos y las raciones que nos servimos. Porque la mayoría de nosotros sabemos, por la experiencia cotidiana, que si abrimos una bolsa más grande de patatas fritas, por ejemplo, comeremos más.
Pero, probablemente, no imaginamos en qué medida ese factor es importante.
Brian Wansink, experto en comportamiento alimentario, ha realizado estudios en los que se demuestra que, si se duplica el tamaño del envase, el consumo aumenta entre un 18 y un 25% para espaguetis y similares; pero puede llegar a un incremento de entre un 30 y un 45% para los «snacks».

Lo mismo ocurre con el tamaño de la vajilla: servirnos en platos más grandes y/o más hondos nos hace comer más sin darnos cuenta. Wansink, en otro ensayo en el que se ofrecieron de forma aleatoria a los participantes cuencos de diferentes tamaños, comprobó que los que recibieron los cuencos mayores consumieron un 27% más de helado. Incluso, solo el hecho, aparentemente baladí, de servirse con una cuchara más grande hizo que tomaran casi un 15% más.

Hay otras circunstancias similares, de tipo accesorio, que también pueden hacer que comamos más, como disponer a mano de más alimento, estar distraídos mientras comemos o emplear excesivo tiempo para comer.

Fuente/s:
Adelgazar.net