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Hallan un compuesto del intestino que regula el apetito y la saciedad

«El progreso de la humanidad siempre ha visto que los hijos vivían más que los padres y éstos más que sus abuelos. Actualmente, por primera vez, existe el riesgo de que tengamos que enterrar a nuestros hijos». Con esta lapidaria frase alertaba el doctor Felipe Casanueva sobre la bajada de la esperanza de vida por las enfermedades relacionadas con la obesidad, que califica como la epidemia del siglo XXI. Ahora, el centro estatal de investigación que lidera desde Santiago este catedrático de la USC y jefe del servicio de Endocrinología del CHUS ha descubierto un compuesto del intestino delgado que regula el apetito y la saciedad. Científicos del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBERobn) -centro estatal integrado por una treintena de grupos punteros en investigación- han dado un paso adelante en la batalla contra la obesidad y los trastornos alimentarios al descubrir nuevos datos sobre la llamada Oleiletanolamida (OEA), un componente natural, derivado de los ácidos oleicos y producido en el intestino delgado, que ejerce un papel clave en los mecanismos cerebrales que regulan la ingesta y gasto calórico. Los investigadores del CIBERobn aseguran que la ventaja que ofrece su posible uso farmacológico radica en que «su efecto anorexígeno (supresor del apetito) es periférico, a diferencia de la activación directa de ciertas vías cerebrales de la mayoría de los medicamentos inhibidoresdel hambre que existen». El estudio, probado en roedores y publicado en la revista Neuropharmacology, está liderado desde el hospital Carlos Haya de Málaga por el doctor Fernando Rodríguez de Fonseca. De confirmarse en humanos los resultados de este ensayo realizado en animales, el OEA podría conducir al desarrollo de tratamientos más seguros contra la epidemia de la obesidad.   OLIVA Y AGUACATE Los investigadores del centro que dirige el profesor Casanueva recuerdan que el ácido oleico es un ácido graso monoinsaturado de la serie omega 9, típico de los aceites vegetales como el de oliva o del aguacate, que ejerce una acción beneficiosa en los vasos sanguíneos reduciendo el riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares. Los científicos aseguran que en niveles elevados, el OEA puede reducir el apetito, producir pérdida de peso y bajar los niveles de colesterol y triglicéridos. Los experimentos realizados en roedores en condiciones de ayuno indican que «al inyectar OEA en la cavidad corporal de las ratas se observó que disminuían sus ganas de comer. Podemos decir pues que el OEA puede actuar a través de sensores periféricos para activar los mecanismos cerebrales que regulan la alimentación, lo que podría dar lugar a nuevos métodos de tratamiento de los trastornos alimentarios y la obesidad», señala el jefe de grupo del CIBERobn. Para los científicos, es el componente periférico de la actividad del OEA «el que resulta atractivo para combatir la obesidad, ya que la falta de efectos centrales podría dar lugar a tratamientos seguros y libres de los efectos adversos sobre el sistema nervioso». local@elcorreogallego.es

‘PEGAMENTO’ PARA LA MEMORIA

•••Desde el CIBERobn destacan que además de ser un importante factor de saciedad periférico que inhibe la ingesta deaalimentos y la ganancia de peso corporal, la OEA «también ejerce un papel clave en la fijación de recuerdos a largo plazo», según un reciente estudio de la Universidad de California. Así explican que produce la consolidación de la memoria o el proceso por el que los recuerdos superficiales a corto plazo se transforman en recuerdos a largo plazo con sentido. En este caso, se descubrió que al administrar OEA a roedores se aumentaba la retención de la memoria, actuando de «pegamento molecular», al ayudar a los mamíferos a recordar dónde y cuándo habían tomado una comida. La relación entre OEA y fijación de recuerdos a largo plazo podría abrir ventanas a la lucha contra enfermedades neurodegenerativas, como alzhéimer o párkinson.

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