La flora intestinal es diferente en obesos y delgados, y no varía igual con el ejercicio.
 
El ejercicio físico modifica la flora intestinal independientemente de la dieta.
 
Dos estudios, uno en ratones y el otro en humanos, han proporcionado la primera evidencia potente de que el ejercicio de manera aislada puede cambiar la composición de la flora intestinal (bacterias del intestino o microbiota).
Los estudios fueron diseñados para aislar los cambios inducidos por el ejercicio de otros factores, como la dieta o el uso de antibióticos, que podrían alterar la microbiota intestinal.
En el primer estudio, de la Clínica Mayo y publicado en la revista Gut Microbes, los científicos utilizaron el material fecal de dos tipos de ratones: entrenados y sedentarios,  y lo “transplantaron” en el colon de ratones sedentarios libres de gérmenes, que se habían criado en una instalación estéril y no tenían microbiota propia. En el segundo estudio, realizado en Illinois, el equipo rastreó los cambios en la composición de la microbiota intestinal en humanos a medida que pasaban de un estilo de vida sedentario a uno más activo, y viceversa.
En el estudio con ratones, los cambios en la microbiota de los ratones receptores reflejaron los de los ratones donantes, con claras diferencias entre los que recibieron microbios de ratones sedentarios y los que se ejercitaron.
Los receptores de la microbiota del ratón “entrenado”, tuvieron una mayor proporción de microbios que producen butirato, un ácido graso de cadena corta que promueve las células intestinales sanas, reduce la inflamación y genera energía para el huésped. También parecían ser más resistentes a la colitis ulcerosa experimental, una enfermedad inflamatoria del intestino.
 
En el segundo estudio, publicado en Journal Medicine & Science in Sports & Exercise, el equipo estudió a 18 adultos sedentarios delgados y 14 sedentarios obesos, analizó su flora intestinal y comenzó con un programa de ejercicio, durante el cual realizaron ejercicios cardiovasculares supervisados ​​durante 30-60 minutos, tres veces por semana, durante seis semanas. Los investigadores tomaron muestras de las microbiotas intestinales de los participantes nuevamente al final del programa de ejercicios, y después de otras seis semanas de comportamiento sedentario. Los participantes mantuvieron sus dietas habituales a lo largo del estudio.
Las concentraciones fecales de ácidos grasos de cadena corta (AGCC), en particular butirato, aumentaron en el intestino humano como resultado del ejercicio. Estos niveles disminuyeron nuevamente después de que los participantes volvieron a un estilo de vida sedentario.
Los aumentos más importantes se observaron en los participantes delgados, pero discretos en los obesos, ya que su flora intestinal era diferente, con distinta intensidad en la síntesis de AGCC.
De lo anterior se concluyen dos cosas, la flora de los delgados es diferente, y el ejercicio de manera aislada la modifica hacia el perfil del delgado.
No sabemos las causas y, desde luego, todavía no hay conclusiones prácticas reales para tratar la obesidad. Todavía no estamos en el momento de ingerir heces de “humano delgado”, bacterias productoras de butirato o el propio butirato directamente. Pero el concepto del “transplante de flora intestinal” y su utilidad para el manejo de la obesidad es prometedor. Por el momento, la cirugía bariátrica o cirugía de la obesidad es la única alternativa efectiva actual a los fallos de dieta en IMC elevados, que son la mayoría de casos.
Espero que os haya parecido interesante.
 
Dr. Miguel Ángel Escartí
Cirujano Bariátrico y Metabólico
IntraObes