El acto de comer y beber están controlados por numerosos estímulos, tanto internos (contracciones gástricas, sensación de hambre, etc.) como externos (hora del día, visión de la comida, lugar donde se come, etc).

El hambre es una sensación física en el estómago que a veces va acompañada de una sensación de mareo y que aparece cuando se llevan varias horas sin comer- al menos tres o cuatro, dependiendo de la cantidad comida previamente. El apetito, sin embargo, es un deseo o impulso de comer ante determinados estímulos.

Está claro que necesitamos la comida para sobrevivir, pero su deseo, implica ir más allá de la mera supervivencia biológica.

En el momento en que “necesitamos” comer, estamos en el mundo biológico. Hay una alarma en nuestro cuerpo que nos hace buscar esos nutrientes de los que empezamos a carecer; por otro lado el “deseo” es psicológico.

Deseamos un dulce tras levantarnos de la siesta, aunque haga treinta minutos que terminamos de comer, deseamos una empanadilla de horno cuando pasamos por delante de éste, etc. En definitiva, deseamos lo que no tenemos, pero eso no implica que sea lo mejor para nosotros.

Nos preguntamos ¿y porqué no me voy a tomar ese dulce si me apetece?

Realmente no hay nadie que nos lo impida, pero está esa vocecita interior que probablemente proviene de la educación que hemos recibido, que nos dice “no se permite comer entre horas” o “ es bueno comer de todo”. Estos mensajes que alguien algún día nos enseñó,  tienen como objetivo que aprendamos a dominar nuestros impulsos y que adquiramos un hábito alimentario regular y estable.

A la hora de elegir un alimento, nos podemos preguntar ¿qué criterio estoy siguiendo para elegirlo? Tengo hambre o es deseo?

Si utilizamos como criterio el deseo posiblemente elegiremos tomar alimentos hipercalóricos con todas sus consecuencias.

Lo recomendable es que nos guiemos por la sensación física de hambre y elijamos llevar una alimentación variada y equilibrada, comer de todo es su medida, aplazando el impulso del apetito para cuando seamos “dueños de nuestros actos”.

Isabel Rubió
Psicología IntraObes