El ritmo de vida que el ser humano se está imponiendo, viviendo cada vez más deprisa “Fast life” y alimentándose con comida rápida o “Fast food”, trae como consecuencia que no nos alimentemos todo lo bien que podríamos y no disfrutemos del placer que puede proporcionarnos la comida. Existe una línea contraria a lo “Fast” (rápido), que promociona todo lo contrario, lo “Slow” (lento), es el “Slow food”. Este concepto engloba un movimiento internacional nacido en Italia en 1986 en Bra provincia de Cuneo, Italia) por Carlo Petrini, con el nombre originario de ArciGola. El Slow food promueve la difusión de una nueva filosofía del gusto que combina placer y conocimiento. Hoy en día el Movimiento Internacional Slow Food está presente en más de 50 países y cuenta con más de 80.000 socios. En Italia, Slow Food tiene 35.000 inscritos subdivididos en 330 sedes locales llamadas Condotte («conductas»). En el resto del mundo las sedes locales se llaman Convivia. En 2002 nace la Fundación Slow Food por la biodiversidad. El Slow food, promociona las tradiciones gastronómicas regionales, con sus productos y métodos de cultivación, además de invertir en proyectos a pequeña escala para el asesoramiento de productos artesanales, como es el caso del aceite Argan marroquí, estos proyectos son llamados por este movimiento como Baluartes. Según el estatuto de Slow Food de Italia y Francia, los objetivos de la asociación son: a) Otorgar dignidad cultural a las temáticas relacionadas con la comida y la alimentación. b) Individualizar los productos alimenticios y las modalidades de producción ligados a un territorio, en una óptica de salvaguardia de la biodiversidad, promoviendo su categorización y protección en tanto que bienes culturales. c) Elevar la cultura alimentaria de la ciudadanía y, en particular, de las generaciones más jóvenes, con el objetivo de lograr la plena conciencia del derecho al placer y al gusto. d) Promover la práctica de una calidad de vida distinta, basada en el respeto al ritmo y tiempo naturales, al ambiente y la salud de los consumidores, favoreciendo aquellos que representen la máxima expresión cualitativa. El símbolo de Slow Food es el caracol, emblema de la lentitud. Con ello se quiere transmitir un ritmo más pausado para poder atender mejor aquellos alimentos que han sido cultivados en unas condiciones naturales idóneas, dedicando un tiempo de cocción adecuado según el alimento que se esté cocinando y como no, dedicándole un tiempo considerable en la mesa, es decir, saboreándo tal alimento.

Isabel Rubió