Un estudio comparativo confirma que un desayuno abundante, preferentemente rico en carbohidratos y proteínas, ayuda a controlar el peso. Por el contrario, y a pesar de lo que parece indicar la intuición, desayunar poco favorece, a medio plazo, el camino a la obesidad

Mucha gente que desea bajar de peso desayuna de forma frugal o incluso no desayuna nada en absoluto. Piensa que, en su particular balance de calorías, es bueno empezar el día con eso ganado. Grave error. Lo llevan diciendo desde hace años los expertos en nutrición y ahora una vez más ha quedado respaldado por un interesante estudio.
Dirigido por la doctora Daniela Jakubowicz, del Hospital de Clínicas de Caracas (Venezuela), y realizado junto a científicos de la Universidad Virginia Commonwealth, en Richmond, Estados Unidos, dicho estudio se presentó en la conferencia anual de la Sociedad de Endocrinología de este último país.
La investigación se realizó durante ocho meses en 94 mujeres obesas e inactivas, a las que dividieron en dos grupos. Ambos se sometieron a una dieta baja en grasas y calorías, pero la distribución de éstas fue distinta. El primero tuvo un desayuno rico en proteínas e hidratos, y en él se ingería la mitad de las calorías totales del día, que fueron 1.240. El segundo desayunó de forma mucho más ligera, 290 calorías, con un total de 1.085 al día.
Después de varios meses se compararon los resultados. Posiblemente muchos pensarían que el segundo grupo adelgazó mucho más que el primero, pues no en vano habían ingerido una cantidad menor de calorías (casi un 13% menos). Y así fue al principio. Pero, tras ocho meses, las del segundo grupo habían recuperado gran parte del peso perdido, mientras las del primero seguían adelgazando.
Al final del estudio, el grupo que había desayunado muy fuerte (610 calorías, más 395 a la comida y 235 a la cena) había perdido un 21% de su peso corporal; el otro, sólo un 4,5%, a pesar, como se ha dicho, de ingerir un 13% menos de calorías totales diarias. Además, y por si esto fuera poco, las del desayuno abundante declararon haber pasado menos hambre que las otras y también menos ansia de tomar carbohidratos.
La razón de los buenos resultados de la dieta basada en un desayuno fuerte y abundante en hidratos está, según Jakubowicz, en que una dieta muy baja en carbohidratos exacerba el deseo de éstos y ralentiza el metabolismo (con lo que se ahorra energía y se adelgaza menos). Esto no ocurre si se comienza el día con una buena cantidad de hidratos de carbono y proteínas, lo que permite restringirlos y controlar el apetito sin mucho esfuerzo el resto de la jornada.
Lo anterior, pues, parece indicar que la mejor forma de adelgazar y mantener el peso es con un desayuno fuerte y rico en hidratos de carbono seguido de una dieta baja en calorías el resto del día. Por contra, un desayuno escaso aumenta el ansia de comida y hace inútiles, a medio plazo, nuestros esfuerzos. Además, una dieta que restrinja en exceso los hidratos es menos sana, pues no nos permite comer tanta fruta como sería deseable.
Fuente: Adelgazar.net