El efecto ‘halo’ es un sesgo psicológico por el cual se percibe, por ejemplo, que una persona atractiva ha de ser también inteligente, lo que puede ser cierto o no. Este mecanismo mental también afecta, según una reciente investigación, a los alimentos orgánicos y puede provocar en el consumidor una respuesta contraria a la que pretende. Los productos orgánicos han sido producidos sin recurrir a insecticidas ni fertilizantes químicos, un rasgo que muchos compradores consideran positivo, pero que no implica necesariamente que el alimento sea más sano desde el punto de vista nutricional. Sin embargo, los consumidores atribuyen como media menos calorías a estos artículos, lo que les puede llevar a bajar la guardia y a consumir más calorías. El mismo efecto se ha observado en restaurantes de comida rápida: aquellos establecimientos que muestran una preocupación por las calorías provocan que sus clientes se sientan más seguros y, al final, ingieran más calorías que en el clásico local de hamburguesas, donde están más prevenidos para no pasarse de la raya. Ahora, la investigadora Jenny Wan-chen, posgraduada en la Universidad de Cornell (EEUU), ha presentado unos resultados que revelan el ‘efecto halo’ de los alimentos orgánicos, considerados como más saludables y nutritivos por la mayor parte de los consumidores. El estudio contó con 144 voluntarios con una edad media de 35 años, a quienes se pidió que compararan una serie de productos -galletas de chocolate, yogur y patatas fritas- etiquetados bien como alimentos orgánicos o bien como convencionales. En realidad, todos ellos eran orgánicos, pero los participantes no podían saberlo.

Disposición a pagar

La mayoría de los voluntarios se decantó por los alimentos catalogados de orgánicos, según preveían Wan-chen y sus colegas, cuyos resultados acaba de presentar en el congreso Experimental Biology 2011, celebrado en Washington (EEUU). «Como se esperaba, en las comidas etiquetadas como orgánicas, las estimaciones sobre las calorías fueron significativamente menores, e inspiraron una mayor disposición a pagar que los alimentos sin la etiqueta orgánica», resumen los autores del estudio. Las respuestas sesgadas por el ‘efecto halo’ fueron consistentes en los tres productos analizados, que incluían tanto comidas sanas -el yogur- como no tan sanas -las galletas de chocolate-. Aunque harán falta más estudios para saber cómo responde el público ante distintos alimentos, los autores concluyen que esta influencia del etiquetado orgánico «puede prevalecer sobre el valor nutricional real de un alimento». Brian Wansink, catedrático en Cornell y coautor del estudio, recuerda que, por idéntico motivo, «la gente tiende a a comer de más cualquier ‘snack’ que esté etiquetado como saludable o bajo en grasas». El ‘truco’ para no dejarse llevar por el efecto ‘halo’ es, de acuerdo con este experto, el siguiente: «Haz una estimación sobre el número de calorías. Luego multiplícala por dos. Así acabarás siendo más preciso y, probablemente, comiendo menos».

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